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  artedelmundo
  ROMÁNTICO
 

 El escultor romántico estaba tan entregado a la figura humana como el neoclásico, aunque no se limitó a trabajar el mármol; sus retratos se regían también por un equilibrio apropiado entre lo real y lo ideal, y se inspiraban también en la Antigüedad Sin embargo, la escultura romántica se distingue de la neoclásica por los personajes, que expresan emociones violentas, y un estilo caracterizado por el movimiento intenso y exagerado, ejecutado a menudo con una técnica de boceto. La Marsellesa de François Rudé sobre el arco de Triunfo de París es un buen ejemplo de la escultura romántica del período, obra de uno de sus principales artistas.

El escultor, basándose en formas griegas y romanas, en fuentes modernas y en la composición barroca, carga de intensidad psicológica y física un acontecimiento contemporáneo. Los voluntarios franceses empuñan sus armas y se mueven rápida mente para defender sus fronteras durante la Revolución de 1792. Belona, la diosa romana de la Guerra, que evoca a la Libertad en el homenaje de Delacroix a la Revolución de 1830, La Libertad guiando al pueblo, corona el masivo grupo de figuras que conduce a la batalla. Su pierna izquierda extendida hacia atrás impulsa su gran figura alada hacia delante, y su brazo y mano derechos estirados hacia delante, con la espada, crean una dramática diagonal que recorre todo el ancho del grupo de figuras. El motivo está repetido más abajo, en la espada del soldado del extremo inferior derecho, el joven que dobla el brazo izquierdo junto a él, y el hombro y el brazo derechos alzados de la figura cuyo torso y cabeza repiten en cierto modo los de Belona. El movimiento de avance en este relieve enérgico y profunda mente esculpido está reforzado por la vaina vacía de la espada de Belona que vuela hacia atrás, mientras la postura de su pierna derecha, repetida en la postura de los soldados de más abajo, establece una unidad formal dentro del grupo.

Las figuras de Rude recuerdan a las obras maestras helenísticas, como el Laocoonte que sirvió de inspiración a Miguel Ángel cuando se excavó en Roma a principios del siglo XVI. La extraordinaria animación de las figuras y la densidad de la composición lograda mediante la exageración del gesto y el detalle anatómico tienen mucho en común con el ultrarrealismo de la escultura helenística. Las cabezas giran, los cuerpos se retuercen, los brazos y piernas se enredan siguiendo leyes que no son de este mundo. Sin embargo, la representación de detalles ultrarrealistas puede pretender aspirar en cierto modo al naturalismo François Rude, Las figuras de Rude, estrechamente relacionadas en un espacio poco profundo, “electrificadas” por una compleja estructura de de Triunfo, París luces y oscuridad, amenazan con estallar hacia delante y soltar sus amarras de ladrillo.

Los firmes contornos y las superficies contenidas que caracterizan el estilo de relieves de Rude se suavizaron en su discípulo Jean-Baptiste Carpeaux. Su grupo en relieve, La danza, comparte el espíritu de la pincelada de Delacroix, y su estilo anticipa las superficies casi esbozadas de Rodin. Si comparamos esta escultura, encargada para la fachada de Charles Garnier de la Ópera de París, con La Marsellesa de Rude, la influencia del siglo XVIII es evidente en las actitudes más relajadas de las figuras y en su carácter juguetón expresado en el gesto y en las expresiones faciales -fue también pintor y estuvo influido por la decoración rococó-. Las proporciones de la figura se aproximan a las del natural, y el modelado de sus superficies se acerca a la suavidad de la carne humana.

Puede observarse una tendencia especialmente violenta que recorre toda la escultura romántica en los grupos animales, como los de Antoine-Louis Barye, un amigo de Delacroix, quien en su Journal la fuerza emotiva de los bronces de Barye. La obra de Barye, Tigre devorando a un gavial del Ganges, que mereció una medalla de segunda clase en el Salón de 1831, es característica del tema de la lucha de la naturaleza por la supervivencia, que Barye expresa con una convincente intensidad. Los pequeños bronces de Barye, influidos por sus estudios de la naturaleza en los Jardines Botánicos de París, y por George Stubbs, el pintor inglés que exploró por vez primera estos temas, recibieron constantes críticas favorables y fueron alabados por su fantasía y vivacidad. Cuando Barye enseñaba anatomía en París, en el Musée d’Histoire Naturelle, había entre sus alumnos uno que estaba destinado a convertirse en el artista más célebre de finales del siglo XIX, y a efectuar un profundo cambio en el arte del período, Auguste Rodin






 
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